¿Qué decir del contraste entre un Papa que llama a amigos y a fieles a sus teléfonos fijos y un Papa "twittero" que ya tiene más de 8,7 millones de seguidores y los sigue sumando?
El Sumo Pontífice es también la persona más retuiteada del mundo. Superando en esto al político estrella y pionero de la red, el presidente estadounidense Barack Obama, que tiene sin embargo muchos más seguidores: 35 millones.
Más de tres cuartas partes de los líderes políticos del mundo (77,7%) tienen un perfil en Twitter. Y es significativo que, al presidente de la primera potencia mundial, al tope de la lista en número de seguidores, lo siga el jefe de gobierno del Estado más pequeño del mundo, Francisco.
La cuenta papal (@Pontifex) se desdobla en 9 idiomas, incluyendo el latín. Tres de estas subcuentas superan el millón de seguidores: la cuenta en español va primera con 3,4 millones, le sigue la de inglés, con 2,8, y tercera es la italiana que acaba de superar el millón. La de portugués experimentó un gran salto con la visita del Papa hizo a Río para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ): ya tiene 700.000 seguidores.
Sumando los followers de las otras (latín, francés, alemán, árabe y polaco) el total es de algo más de 8.750.000. Para tener una idea del ritmo de crecimiento, basta saber que el 19 de agosto los seguidores del Papa eran 8.700.000; es decir que en 5 días sumó unos 50 mil.
Los mensajes de Francisco son retuiteados 11.000 veces en promedio en castellano y 8.219 en inglés. Para el total de las cuentas, el promedio es de 22.000 retuits. Obama tiene un promedio de 2.309 retuits, pese a sus 35 millones de seguidores. Por eso los analistas de Twitter consagran al Papa como el más influyente en esa red.
"He regresado a casa, y les aseguro que mi alegría es más grande que mi cansancio", escribió al volver de Río de Janeiro. Y este saludo fue retuiteado 12.100 veces en su versión española.
Otro tuit que impactó (13.585 retuits) fue la sencilla frase: "Somos vasijas de barro, frágiles y pobres, pero dentro llevamos un gran tesoro".
La clave de esa viralidad no la da sólo el plurilingüismo de las cuentas pontificias sino también el estilo directo de los mensajes, que llaman a los seguidores a actuar. Por ejemplo: "Dios es muy misericordioso con nosotros. Aprendamos también nosotros a tener misericordia con los demás, especialmente con los que sufren"; o bien: "Queridos jóvenes, sean auténticos 'atletas de Cristo'. Jueguen en su equipo".
Aunque no está para nada familiarizado con ellas, el Papa no tiene pruritos en que las llamadas nuevas tecnologías de la comunicación sean puestas al servicio de la transmisión de su mensaje. Con motivo de la JMJ, hasta se estableció que la indulgencia que el Vaticano ofrecía a los peregrinos, sería extensiva a los que se confesaran y arrepintieran a través de las redes.
Además, a fines de mayo pasado, el Vaticano lanzó su aplicación para iPhone, iPad, iPod y Android llamada "Missio", que retoma los cables de Fides, la agencia de prensa de la Santa Sede. El Papa hizo el primer touch en el ícono de la tableta que decía "Evangelisantur" (que sean evangelizados). También esta aplicación, gratuita, está en 8 idiomas (francés, árabe, inglés español, italiano, alemán, portugués y chino).
En cuanto a la temática de los mensajes, un estudio de los primeros 100 tuits del Papa -realizado por News Reputation- daba el siguiente resultado: Jesús (14,5%), amor y misericordia de Dios (11%), caridad (11%), fe y oración (9,8%), solidaridad y austeridad (7,8%), testimonio cristiano y apostolado (7,3%), obras y coherencia de vida (7,3%), jornada mundial de la juventud (7%), Virgen María (6,5%) y jóvenes (3,7%).
Si analizamos todo el contenido y estilo de los mensajes, no sólo de los tweets sino de los tramos de sus homilías diarias –interrumpidas por el verano pero que retomará en septiembre- que se difunden en diferido, se desprende que Jorge Bergoglio sigue con su predicación de toda la vida, ahora potenciada por su posición a la cabeza de una institución universal y por la instantaneidad de internet. Pero el mensaje es el de siempre.
Tanto en Santa Marta, como en plaza San Pedro, Castel Gandolfo, Aparecida, o donde sea que le toque hablar, el Papa se muestra párroco, predicador. Crea, en lo universal, una atmósfera de cita casi personal con los fieles. Sus metáforas, sus giros idiomáticos y las imágenes a las que apela son eficaces: "cristianos de salón o de museo", "progresismo adolescente", "aduana de la fe", "anestesia del corazón", "los Diez Mandamientos no son un himno al 'no', sino al 'sí', 'sí' a Dios; el 'sí' al Amor", etcétera.
Con frecuencia, como si estuviera en reunión de amigos, cita a su abuela, la que le dijo que "la mortaja no tiene bolsillos"; la que, en un vía crucis, le dio la buena nueva: "Éste (Jesús), a quien ves en la cruz, resucitó para salvarnos". Más importante aún: la que, cuando se ordenó sacerdote, le aconsejó: "Celebra la misa, cada misa, como si fuese la primera y la última".
Palabras simples pero de gran profundidad, porque lo sencillo no quita lo trascendente: "Queridos jóvenes, Cristo tiene confianza en ustedes y les encomienda su misma misión: Vayan, hagan discípulos". O, en forma de oración: "Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos. Enséñanos a ir a la calle y dar a conocer tu amor". Y también: "No podemos ser cristianos a ratos. Si Cristo constituye el centro de nuestra vida, ha de estar presente en todo lo que hacemos".
El Papa habla de un modo cercano, como si estuviera en un mano a mano, pero al mismo tiempo para todo el mundo. Ateos incluidos. Porque, en definitiva, sus mensajes van configurando una guía existencial, no sólo para los creyentes, sino para todos. "La altura de una sociedad se mide en el trato que da a los más necesitados, a quienes no tienen más que su pobreza" es un tuit que apela a la conciencia de creyentes o no creyentes.
Esta universalidad tiene un propósito: aportar a la cultura del encuentro transmitiendo un mensaje ecuménico. Para eso, sin renunciar a lo artesanal –el viejo teléfono de línea-, el Papa apela a todo lo que ofrece la tecnología.
Cuando llamó desde Roma a los fieles reunidos en la Catedral de Buenos Aires el día de su misa inaugural, les dijo: "No se saquen el cuero". O sea, no hablen mal los unos de los otros. No puede haber diálogo y cultura del encuentro si el mensaje es la destrucción del otro, algo que, de hecho, sucede con frecuencia en las redes.
Lección para líderes (reales y virtuales): ninguna red, ningún aparato de última generación garantizan en sí mismos el impacto de un mensaje. Sólo lo potencian. Parafraseando a Marshall McLuhan, el medio no basta para hacer el mensaje o no hay red que valga si no se tiene algo trascendente que decir.
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