Cuentos selectos es una sección que ha sido adoptada por nuestro amigo Waldemar Pérez. Si deseas publicar algún cuento puedes escribirnos y enviarlo a cocinandounganster@gmail.com.
I) Antologia de cuentos
1) UNICORNIO / ELIDIO LA TORRE LAGARES
2) LA CARTA/ JOSE LUIS GONZALEZ
II) Cuentos de la semanaI) Antologia de cuentos
1) UNICORNIO / ELIDIO LA TORRE LAGARES
2) LA CARTA/ JOSE LUIS GONZALEZ
EL MARIDO CELOSO /SENDEBAR
-Señor, oí decir que un hombre era celoso de su mujer y compró un
papagayo y metiolo en una jaula, y púsolo en su casa, y mandole que le dijera
todo cuanto viera hacer a su mujer, y que no le encubriese en adelante nada. Y
después se marchó a sus asuntos. Y entró el amigo de ella en su casa y el
papagayo vio cuanto ellos hicieron; y cuando el hombre bueno vino de su
mandado, entrose en su casa de manera que no le viese su mujer, y mandó traer
al papagayo y preguntole todo lo que había visto, y el papagayo contole todo lo
que había visto hacer a su mujer con el amigo, y el hombre bueno fue muy sañudo
contra su mujer y no entró más donde ella estaba. Y la mujer pensó
verdaderamente que la moza la había descubierto; llamola entonces y dijo:
-Tú dijiste a mi marido cuanto yo hice.
Y la moza juró que no lo había dicho, «más sabed que lo dijo el papagayo». Y cuando vino la noche, fue la mujer al papagayo y descendió a tierra, y comenzó a echar agua desde arriba como que era lluvia, y tomó un espejo en la mano y colócaselo sobre la jaula, y en la otra mano una candela, y colócasela arriba y pensó el papagayo que era relámpago; y la mujer comenzó a mover una muela y el papagayo pensó que eran truenos. Y ella estuvo así toda la noche hasta que amaneció. Y después que fue la mañana, vino el marido y preguntó al papagayo:
-¿Viste esta noche alguna cosa?
Y el papagayo dijo:
-No pude ver ninguna cosa con la lluvia y los truenos y relámpagos que esta noche hizo.
Y el hombre dijo:
-Si cuanto me has dicho de mi mujer es verdad así como esto, no hay cosa más mentirosa que tú, y he de mandarte matar.
Y mandó por su mujer y perdónela...
Y yo, señor, no te di este ejemplo sino porque sepas el engaño de las mujeres; que son muy fuertes sus artes, y sus engaños son muchos, que no tienen principio ni fin.
Nota: Este el primero de una series de cuentos que estaré compartiendo con ustedes durante mi estadía en la página. espero les agraden, los entiendan y los compartan.
-Tú dijiste a mi marido cuanto yo hice.
Y la moza juró que no lo había dicho, «más sabed que lo dijo el papagayo». Y cuando vino la noche, fue la mujer al papagayo y descendió a tierra, y comenzó a echar agua desde arriba como que era lluvia, y tomó un espejo en la mano y colócaselo sobre la jaula, y en la otra mano una candela, y colócasela arriba y pensó el papagayo que era relámpago; y la mujer comenzó a mover una muela y el papagayo pensó que eran truenos. Y ella estuvo así toda la noche hasta que amaneció. Y después que fue la mañana, vino el marido y preguntó al papagayo:
-¿Viste esta noche alguna cosa?
Y el papagayo dijo:
-No pude ver ninguna cosa con la lluvia y los truenos y relámpagos que esta noche hizo.
Y el hombre dijo:
-Si cuanto me has dicho de mi mujer es verdad así como esto, no hay cosa más mentirosa que tú, y he de mandarte matar.
Y mandó por su mujer y perdónela...
Y yo, señor, no te di este ejemplo sino porque sepas el engaño de las mujeres; que son muy fuertes sus artes, y sus engaños son muchos, que no tienen principio ni fin.
Nota: Este el primero de una series de cuentos que estaré compartiendo con ustedes durante mi estadía en la página. espero les agraden, los entiendan y los compartan.
En el fondo del cano hay un negrito
La primera vez que el negrito Melodía vio al otro negrito en el fondo del caño1 fue en la mañana del tercero o cuarto día después de la mudanza, cuando llegó gateando hasta la única puerta de la nueva vivienda y se asomó para mirar hacia la quieta superficie del agua allá abajo.
Entonces el padre, que acababa de despertar sobre el montón de sacos vacíos extendidos en el piso, junto a la mujer semidesnuda que aún dormía, le gritó:
-¡Mire... eche p'adentro! ¡Diantre'e muchacho desinquieto!
Y Melodía, que no había aprendido a entender las palabras pero sí a obedecer los gritos, gateó otra vez hacia adentro y se quedó silencioso en un rincón, chupándose un dedito porque tenía hambre.
El hombre se incorporó sobre los codos. Miró a la mujer que dormía a su lado y la sacudió flojamente por un brazo. La mujer despertó sobresaltada, mirando al hombre con ojos de susto. El hombre rió. Todas las mañanas era igual: la mujer salía del sueño con aquella expresión de susto que a él le provocaba un regocijo sin maldad. La primera vez que vio aquella expresión en el rostro de su mujer no fue en ocasión de un despertar, sino la noche que se acostaron juntos por primera vez. Quizá por eso a él le hacía gracia verla despabilarse así todas las mañanas.
El hombre se sentó sobre los sacos vacíos.
-Bueno -se dirigió entonces a la mujer-. Cuela el café.
Ella tardó un poco en contestar:
-Ya no queda.
-¿Ah?
-No queda. Se acabó ayer.
Él empezó a decir: “¿Y por qué no compraste más?”, pero se interrumpió cuando vio que en el rostro de su mujer comenzaba a dibujarse aquella otra expresión, aquella mueca que a él no le causaba regocijo y que ella sólo hacía cuando él le dirigía preguntas como la que acababa de truncar ahora. La primera vez que vio aquella expresión en el rostro de su mujer fue la noche que regresó a casa borracho y deseoso de ella pero la borrachera no lo dejó hacer nada. Tal vez por eso al hombre no le hacía gracia aquella mueca.
-¿Conque se acabó ayer?
-Ajá.
La mujer se puso de pie y empezó a meterse el vestido por la cabeza. El hombre, todavía sentado sobre los sacos vacíos, derrotó su mirada y la fijó durante un rato en los agujeros de su camiseta.
Melodía, cansado ya de la insipidez del dedo, se decidió a llorar. El hombre lo miró y le preguntó a la mujer:
-¿Tampoco hay na pal nene?
-Sí. Conseguí unas hojitas de guanábana y le gua hacer un guarapillo horita.
-¿Cuántos días va que no toma leche?
-¿Leche? -la mujer puso un poco de asombro inconsciente en la voz-. No me acuerdo.
El hombre se levantó y se puso los pantalones. Después se allegó a la puerta y miró hacia afuera. Le dijo a la mujer:
-La marea ta alta. Hoy hay que dir en bote.
Luego miró hacia arriba, hacia el puente y la carretera. Automóviles, guaguas y camiones pasaban en un desfile interminable. El hombre observó cómo desde casi todos los vehículos alguien miraba con extrañeza hacia la casucha enclavada en medio de aquel brazo de mar: el “caño” sobre cuyas márgenes pantanosas había ido creciendo hacía años el arrabal. Ese alguien por lo general empezaba a mirar la casucha cuando el automóvil, la guagua o el camión llegaba a la mitad del puente, y después seguía mirando, volviendo gradualmente la cabeza hasta que el automóvil, la guagua o el camión tomaba la curva allá adelante y se perdía de vista. El hombre se llevó una mano desafiante a la entrepierna y masculló:
-¡Pendejos!
Poco después se metió en el bote y remó hasta la orilla. De la popa del bote a la puerta de la casa había una soga larga que permitía a quien quedara en la casa atraer nuevamente el bote hasta la puerta. De la casa a la orilla había también un puentecito de tablas, que se cubría con la marea alta.
Ya en tierra, el hombre caminó hacia la carretera. Se sintió mejor cuando el ruido de los automóviles ahogó el llanto del negrito en la casucha.
II
La segunda vez que el negrito Melodía vio al otro negrito en el fondo del caño fue poco después del mediodía, cuando volvió a gatear hasta la puerta y se asomó y miró hacia abajo.
Esta vez el negrito en el fondo del caño le regaló una sonrisa a Melodía. Melodía había sonreído primero y tomó la sonrisa del otro negrito como una respuesta a la suya. Entonces hizo así con su manita, y desde el fondo del caño el otro negrito también hizo así con su manita. Melodía no pudo reprimir la risa, y le pareció que también desde allá abajo llegaba el sonido de otra risa. La madre lo llamó entonces porque el segundo guarapillo de hojas de guanábana ya estaba listo.
Dos mujeres, de las afortunadas que vivían en tierra firme, sobre el fango endurecido de las márgenes del caño, comentaban:
-Hay que velo. Si me lo bieran contao, biera dicho que era embuste.
-La necesidá, doña. A mí misma, quién me lo biera dicho, que yo diba llegar aquí. Yo que tenía hasta mi tierrita.
-Pues nosotros juimos de los primeros. Casi no bía gente y uno cogía la parte más sequecita, ¿ve? Pero los que llegan ahora, fíjese, tienen que tirarse al agua, como quien dice. Pero, bueno y esa gente, ¿de ónde diantre haberán salío?
-A mí me dijieron que por ai por Isla Verde tan orbanisando y han sacao un montón de negros arrimaos. A lo mejor son desos.
-¡Bendito!... ¿Y usté se ha fijao en el negrito qué mono? La mujer vino ayer a ver si yo tenía unas hojitas de algo pa hacele un guarapillo, y yo le di unas poquitas de guanábana que me quedaban.
-¡Ay, Virgen, bendito...!
Al atardecer, el hombre estaba cansado. Le dolía la espalda, pero venía palpando las monedas en el fondo del bolsillo, haciéndolas sonar, adivinando con el tacto cuál era un vellón, cuál de diez, cuál una peseta. Bueno, hoy había habido suerte. El blanco que pasó por el muelle a recoger su mercancía de Nueva York. Y el compañero de trabajo que le prestó su carretón toda la tarde porque tuvo que salir corriendo a buscar a la comadrona para su mujer, que estaba echando un pobre más al mundo. Sí, señor. Se va tirando. Mañana será otro día.
Entró en un colmado y compró café y arroz y habichuelas y unas latitas de leche evaporada. Pensó en Melodía y apresuró el paso. Se había venido a pie desde San Juan para ahorrarse los cinco centavos del pasaje.
III
La tercera vez que el negrito Melodía vio al otro negrito en el fondo del caño fue al atardecer, poco antes de que el padre regresara. Esta vez Melodía venía sonriendo antes de asomarse, y le asombró que el otro también se estuviera sonriendo allá abajo. Volvió a hacer así con la manita y el otro volvió a contestar. Entonces Melodía sintió un súbito entusiasmo y un amor indecible por el otro negrito. Y se fue a buscarlo.
FIN
2 comentarios:
deben poner mas cuentos...
hay muchos autores puertorriquenos
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