Llegó el
momento de ponerle el punto final a esta oración que varios muertos nos han
dejado. Antes de comenzar a esbozar mi perspectiva en este, nuestro segundo
editorial, quiero comenzar dándole el pésame de la manera más honesta a la
familia de los dos ciclistas fallecidos durante esta semana y bajo ningún
concepto intento aludir a ellos u otros corredores de bicicleta honestos en
particular, sino que vengo llamar la atención sobre aquellos que han tomado el
mote de ciclistas para hacer y deshacer en las vías publicas del País.
Para
poner esto en perspectiva basta con dar una vuelta de madrugada por algunas de
las barras, clasificadas como destino de los “bicijangueadores” un fin de
semana. Lo primero que notarás es que las mismas están llena de muchachería, dándose una jartera de
ron a las tantas de la madrugada, con decenas de bicicletas estacionadas en los
espacios habilitados para ellos. Resulta un tremendo negocio para el
comerciante que se enriquece con estos “deportistas de la bebelata”. Pero un tremendo peligro para los
trabajadores nocturnos y los que entran a trabajar en horario matutinos donde
todavía no ha salido el sol.
La gota que colmó la copa
A
eso de las tres de la madrugada voy saliendo de un casino ubicado en la zona
aristocrática del Condado en San Juan, Puerto Rico, después de ganar y perder
algunas monedas decido retirarme a mi hogar a descansar. Cuando me topó con
este grupo de autodenomidados “ciclistas” sin casco protector luces reflectoras
y todos aquellos artículos de seguridad que debería utilizar cualquier corredor
prudente. Voy con mis cristales abajo cuando escucho “respeta el carril de los
ciciclistas canto e cabrón” Luego le siguen otros mozalbetes en la misma
actitud. Me detengo en la luz (semáforo) y ellos lo siguen de largo a toda
velocidad. Muchos de ellos fácilmente podrían alcanzar las cincuenta millas sin
tener que pedalear, ya que sus bicicletas tenían una especie de motorcito que
las impulsaba. Una vez escuché que los derechos uno terminan donde comienzan
los del otro y he notado que muchos de estos jóvenes ciclistas, sobretodo en
horas de la madrugada, no respetan al conductor y han sobrepasado los limites
permisibles en cuanto al tránsito por las carreteras, sobretodo en horarios
poco amistosos. Tan cercano como ayer un anciano de 71 años atropelló a uno de
estos jóvenes temerarios. ¡Gracias a Dios! Y a diferencia de lo que ha sido el patrón
en casos anteriores le achacaron la culpa al ciclista que iba transitando al
garete en una bicicleta con motor, sin marbete, sin casco y sin reflectores o
cualquier articulo de seguridad que lo hiciera visible en la noche. ¡Alguien
tiene que ponerle el cascabel al gato! Y esto ya pasó de castaño a obscuro. El
gobierno tiene que ponerse las pilas en cuanto a este asunto y comenzar a
reglamentar a estos muchachones irresponsables, no tan sólo con su vida, sino
con la cualquier conductor decente que está a merced de sus insultos, comidas
de luces y accidentes involuntarios.
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