Vivir en una
isla aísla. Tal parece ser la situación
de los puertorriqueños que vuelven a atacarse los unos a los otros por asuntos
arcaicos que han sido superados en la mayor parte del Planeta.
La historia de nunca acabar
De un lado los padres del pudor, lo bueno y lo sagrado: Los
religiosos. Este grupo compuesto mayormente por cristianos y cristologos han
visto su apoyo disminuido con el pasar de los años. Sus escándalos van desde extorsión
a sus feligreses hasta los más aberrantes casos de pedofilia. Como dice el
viejo refrán: “dime de qué presumes y te diré de que careces”. Los santurrones
se caracterizan por condenar la conducta de los demás y suelen confundir lo
bueno y lo malo (términos religiosos) con lo correcto, lo incorrecto, lo legal
y lo ilegal. Van desde el insulto refinado: “estos hermanos confundidos en su
orientación sexual” hasta el insulto demonizante: “estos hijos del demonio, intentan
contaminar la casa de dios con sus aberraciones y el bla, bla, bla de siempre”.
Por otro lado, los mancillados, los siempre y por siempre
discriminados, los que buscan justicia en esta sociedad tan castrante: la
comunidad Gay, Lesbica y Transgenero. Esta comunidad sufrió el rechazo social,
el discrimen raspante y degradante hasta hace más o menos una década. En la
actualidad a la mayoría de los jóvenes les “vale madre” como diría el
Gobernador, lo que los demás hagan con su culo. Ciertamente la lucha ha sido
exitosa y ha cambiado la manera de mirarlos dentro de la sociedad. En la
actualidad si miras de reojo a un Gay, discriminas, si no lo aceptas en tu
trabajo, discriminas, si no te gustan los de esa comunidad discriminas. La
realidad es que este sector oprimido y los que le apoyan han adoptado las
mismas prácticas que el sector opresor. En la tarde de ayer se le escuchaba a
la Sra. Carmen Yulin, alcaldesa de la ciudad capital, llamar cobardes a todos
los que no apoyaran los cambios a las leyes vigentes en favor de la comunidad.
Le llaman a los religiosos portadores de odio entre otras ofensas que promueven
las distancias entre ambos grupos.
Al final de cuentas
La realidad es que mientras no lleguen a un punto intermedio,
los puertorriqueños seguirán en la pelea chiquita entre discriminadores y
discriminados, en el absurdo revés de discriminados que se vuelven discriminadores.
Enviado por Andrés Hernández de San Juan
La Voz de la Calle publica pero no se solidariza necesariamente
con la opinión de nuestros participantes
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